domingo, 18 de marzo de 2012

Doctora Elena Catena, "in memóriam"


Doctora Elena Catena, "in memóriam".

El pasado jueves, día 19 de enero, murió en Madrid mi querida profesora y amiga, la doctora Elena Catena. No quiero hablar de sus méritos personales y profesionales, de la innegable importancia de su figura en el terreno académico universitario, de su extraordinaria contribución a la edición y divulgación de los clásicos literarios (singularmente la realizada dentro de la editorial Castalia), de su decidida labor para dignificar el papel de la mujer dentro de una sociedad que se lo negaba, tanto en el terreno intelectual, como en el más cotidiano de la vida familiar... No quiero hablar de ello, porque esos son los datos objetivos de su vida, y basta echar un vistazo a los catálogos editoriales, a las hemerotecas, basta consultar cualquier mínima base de datos sobre la historia y crítica literarias de los últimos cincuenta años, para constatar unos hechos que son incuestionables. Voy a hablar de la doctora Catena que conocí y con la que compartí unos años importantes de mi vida. Voy a hablar de mi profesora, de la que tanto aprendí y cuyo legado, personal y académico, forma parte, hoy, de la historia de mi vida.
Cuando conocí a la doctora Elena Catena, yo ya era profesora de lengua y literatura de enseñanza secundaria y era una de sus estudiantes en un curso de Doctorado de la Facultad de Filología de la Complutense. Ella era entonces profesora emérita. Algunos de mis compañeros de estudios, los aspirantes a ser futuros doctores, eran ambiciosos y pretendían abrirse camino en el resbaladizo terreno de la investigación literaria. Vivían obsesionados con  la idea de encontrar un buen tema de tesis y una autoridad académica suficientemente importante y bien relacionada que estuviera dispuesta a dirigirla. Algunos de mis compañeros estaban becados por la universidad y tenían un tiempo limitado para desarrollar su trabajo. Otros, símplemente, tenían prisa porque la edad nos hace ser impacientes, y la dedicación exclusiva a la tesis les obligaba a renunciar, momentáneamente, a cualquier otro proyecto de trabajo.
Pero yo era una estudiante de Doctorado atípica. No tenía ni idea de qué tipo de tesis me apetecía hacer. No tenía ninguna prisa por hacerla y terminarla. No tenía ambiciones académicas. No tenía interés por dedicarme a la investigación. Yo ya tenía una profesión que me gustaba, unas condiciones laborales dignas y estables y había vuelto a la Facultad simplemente para completar y ampliar mi formación. Pero, sobre todo, había vuelto a la Facultad porque atravesaba uno de los momentos personales más difíciles y delicados de mi vida. Buscando algo que no sabía definir. Y dispuesta a abandonar sin remordimientos si no lo encontraba. En cualquier caso, el título de Doctora, tal cual, no lo necesitaba para nada.
La cuestión es que me aburría enormemente en los cursos de Literatura Contemporánea en los que me matriculé. Hasta que empecé a asistir a las clases de la doctora Catena y toda mi perspectiva sobre la investigación literaria empezó a cambiar.
Para empezar, la doctora Catena exhibía sin pudor la vanidad de ser Doctora; es más, le encantaba que la llamásemos así: "Doctora Catena". Nada de "doña Elena" o "señora doña Elena", nos decía, "si alguien quiere llevarse mal conmigo lo conseguirá fácilmente en cuanto me llame así un par de veces"... Proclamaba a los cuatro vientos el orgullo de haber dedicado su vida a la investigación literaria y a la docencia en su "querida facultad", hasta el punto de que su condición de Doctora estaba inequívocamente unida a su propia identidad. Y no estaba dispuesta a admitir en su círculo cercano a las personas que no tuviesen una mínima sensibilidad para comprenderlo.
En segundo lugar, ella transmitía la idea de que la literatura y la vida van irremediablemente unidas. En todos los sentidos. Su dedicación a la literatura no era sólo su profesión sino una fuente inagotable de experiencias y conocimiento. Cada texto estudiado, cada obra leída y comentada en clase, remitía inmediatamente a un universo de sentimientos, sensaciones, reflexiones, anécdotas personales, verdades recién descubiertas, principios inamovibles que empezaban a ser cuestionados, pensamientos asociados, recuerdos y semblanzas, planteamientos espontáneos, sorprendentes percepciones de la realidad... La doctora Elena Catena explicaba literatura explicándose a sí misma, y no hablaba nunca de sí misma sin encontrar un referente literario que apuntalara su lugar en el mundo.
Y luego, estaba su infatigable amor por los libros, de los que había aprendido tanto y a los que tanto debía. La doctora Catena tenía siempre en mente un título, una frase, una cita literal, extraída de un libro que había leído alguna vez y del que conservaba en mente detalles minuciosos. Entonces ya se quejaba de que su memoria empezaba a jugarle malas pasadas; sin embargo, era asombrosa la precisión con que era capaz de recordar lo que había leído, aunque hubiera pasado mucho tiempo. Algo sólo explicable a partir de la veneración y la pasión que una lectora inteligente y sensible podía desplegar a la hora de disfrutar de unas líneas escritas.
Gran conversadora, amena, divertida, visceral, con un peculiar sentido del humor y una personalidad fuerte, incapaz de las medias tintas, siempre dispuesta a poner toda la carne en el asador, sin moderación alguna a la hora de mostrar sus simpatías y sus antipatías (personales o literarias, daba lo mismo)... Sus clases se me pasaban en un santiamén. Y siempre me iba de allí con la sensación de haber aprendido, de haber ampliado el horizonte... Y siempre me iba dándole vueltas a cuestiones nuevas que nunca antes se me habían ocurrido (a pesar de haber terminado una carrera de Filología), o a nuevos puntos de vista que jamás me había planteado, con nuevos proyectos de lectura en el horizonte, después de escuchar a la doctora Catena. Con la sensación de que, de alguna extraña manera, mi vida empezaba también a llenarse de literatura y era, por esa razón, más rica e interesante que antes.
Un día, a la salida de clase, me preguntó hacia dónde iba, me explicó el itinerario que iba a seguir en coche y se ofreció a llevarme. A mí y a otros compañeros. Era algo que hacía habitualmente, a veces bajo convocatoria colectiva: "Si alguien va a hacia Avenida de América, lo llevo". Siempre salía de la Facultad con el coche cargado de estudiantes, que se iban apeando en diferentes lugares del recorrido. Desde ese día, me iba con ella en el coche muchas veces y ahí fue donde tuve la oportunidad de tratarla de una manera más personal. Me sorprendía mucho su carácter tan accesible, que no era, en absoluto, común con el que exhibían el resto de sus colegas del ámbito universitario. El hecho de ofrecer su coche a los estudiantes ya era bastante elocuente en sí mismo. Pero mucho más extraordinario era el viaje, donde la doctora Catena hablaba sin parar, de todo tipo de cosas (de literatura, también), siempre genial y ocurrente, inteligente y sabia, simpática y cercana... Y es que las relaciones humanas eran la otra piedra angular, hasta ahora desconocida, de su carácter, que aún me quedaba por descubrir de ella.
La doctora Catena era mi profesora, pero, desde el principio, me trató con tanto afecto que no me dejó más opción que quererla. Luego, me ofreció uno de los mejores regalos que me han ofrecido en mi vida: "¿Sobre qué quieres hacer la tesis?" me espetó un día sin más, cuando ya me estaba bajando de su coche. Yo fui sincera. No lo sabía. No tenía ni idea. Pero la pregunta me había dejado desconcertada. A menudo, había participado en conversaciones de mis compañeros donde cada cual relataba el calvario personal que suponía buscar un director de tesis. Después de insistir, hacer guardia en la puerta de muchos despachos, abordar a los profesores por los pasillos, dejar recados múltiples, enviar cartas para suplicar una mínima entrevista de diez minutos..., los potenciales doctorandos recibían, de manera formal, una propuesta de investigación, a menudo extraña o en contradicción con sus propios gustos o intereses, que debían aceptar o no, sin dilaciones. Los profesores de la Facultad tenían muy claro el tipo de trabajo que querían dirigir y sólo aceptaban dirigirlo si se ajustaba exactamente a sus pretensiones. No se admitían sugerencias. Así que la pregunta, por lo atípico e inesperado del contexto, me dejó un poco bloqueada y no supe qué decirle.
La doctora Catena era demasiado inteligente... Ella se dio cuenta de mi turbación, así que, sin más preámbulos, me propuso quedar una tarde para tomar un café y hablar más despacio del asunto. Ella era así, impredecible, espontánea y extraordinaria. Cerré la puerta del coche y ella arrancó muy rápidamente, con toda naturalidad, aprovechando que el semáforo se había puesto en verde.
Unos días después se produjo la entrevista. Conversamos largamente, escuchó lo que yo tenía que decir y después, me indicó algunas sugerencias. Muchas sugerencias, diría yo. Me apabulló con datos, me ofreció tres o cuatro ideas para una tesis que podían resultar interesantes, me explicó, con una perspectiva lúcida y realista, las ventajas e inconvenientes de cada proyecto... "Y ahora, te voy a proponer otra cosa..." me dijo. Y entonces me ofreció la posibilidad de realizar una tesis diferente, algo que nunca se había hecho en España, aunque sí en otras universidades extranjeras. Me regaló la idea de realizar una tesis sobre la historia de la editorial Aguilar y su impacto en la cultura española. Me avisó de que no iba a ser un camino fácil, pero también vaticinó que podía ser un trabajo apasionante. Y me dijo que me lo pensara todo bien, sin prisas. Ella estaba dispuesta a dirigir mi tesis, fuera cual fuera mi decisión. Sólo me impuso un requisito: "Elige una tesis que te guste".
Le hice caso y lo pensé muy bien. Yo soy indecisa por naturaleza, pero no me costó gran esfuerzo decantarme por el proyecto de Aguilar. Nunca me he arrepentido de esa decisión. Me embarqué en una investigación que duró diez años, pero, en efecto, el trabajo no sólo fue apasionante desde el punto de vista académico, sino que fue, además, más que enriquecedor en el terreno personal. Leí, leí, leí...; consulté volúmenes, catálogos, ficheros, revistas, informes de censura...; leí, leí, leí...; busqué información en bibliotecas, en archivos, en librerías antiguas... Conocí a personas excelentes que habían estado vinculadas a la editorial, como Arturo del Hoyo o Antonio Jiménez-Landi, que accedieron a ser entrevistados por mí, que me contaron su experiencia, que me regalaron el relato de sus vidas con extraordinaria generosidad. Leí y seguí leyendo muchísimo, porque el catálogo de Aguilar era y es inabarcable...
Pero sobre todo, durante esos años, compartí todo esta experiencia magnífica con la doctora Catena. Hablábamos muy a menudo y quedábamos de cuando en cuando. Yo empezaba contando cómo iba mi investigación pero, enseguida, terminábamos hablando de todo, de cualquier cosa, de sociedad, de política, de feminismo, de literatura, de la vida... Conversaciones interminables, que se prolongaban durante horas. Porque para la doctora Catena, vida y literatura eran un poco lo mismo. Y para mí, durante aquellos años, empezaban a serlo también. Y ya lo siguieron siendo siempre.
Después de diez años, en 2000, el día de la lectura de mi tesis, la doctora Catena dirigió unas palabras a los miembros del Tribunal: "Como directora de tesis, lo único que tengo que decir es que esta es la única tesis de mi vida que no he dirigido". Un acto de generosidad que yo no esperaba, y que provocó una reacción de perplejidad no disimulada entre sus colegas. Era verdad. desde el punto de vista estrictamente objetivo, me había dejado total libertad para orientar y desarrollar mi investigación. Yo me limitaba a mantenerla informada de mis pasos y mis descubrimientos. Y ella me sugería algunas cosas, pero siempre daba por bueno todo lo que yo le presentaba.
Lo que no dijo fue que todo lo que yo viví y aprendí junto a ella, en esos años de profunda amistad, revertía en el trabajo de investigación que estaba realizando. Mi profesora nunca me decía lo que tenía que hacer. Ella, simplemente, me iba colocando al principio de cada uno de los posibles caminos que podía tomar y me invitaba a iniciar el viaje, con la mochila llena de todo lo necesario para abordar las dificultades: el sentido común, el sentido crítico y, sobre todo, la pasión por aprender, comprender y descubrir el mundo a través de la literatura, algo de lo que me daba sobrado ejemplo cada minuto que pasaba con ella. Ojalá yo lograra transmitir a mis alumnos una milésima parte de todo lo que aprendí de ella.
Pocas veces es posible canalizar el dolor y la sensación de pérdida cuando muere un ser querido. En estos últimos días he vuelto a revisar mis antiguos papeles y notas, he releído algunos capítulos de mi tesis y me han venido a la mente tantos recuerdos, tantas vivencias, tantos momentos preciosos...Al final, la tesis, en sí misma, fuera de su validez como titulación académica, no me valió de mucho. Pero fue una excusa formidable para aprender cosas, para progresar, para enriquecerme, para vivir... Al cabo del tiempo, me es imposible releer una sola de sus líneas, sin que me venga a la mente una imagen, una frase, un momento compartido con la doctora Catena.  No es difícil soportar la pérdida de un ser querido que ha dejado toda tu vida tan llena de de sí mismo.
Mi querida doctora Catena, donde quiera que estés, "in memóriam".

En este enlace, Inmaculada de la Fuente, escribe unas hermosas palabras sobre la doctora Elena Catena.

http://www.elpais.com/articulo/Necrologicas/Elena/Catena/impulsora/literatura/femenina/elpepinec/20120124elpepinec_2/Tes

domingo, 4 de diciembre de 2011

Zenobia Camprubí: detrás de un hombre importante, una mujer importante


Nadie puede poner en duda el lugar eminente que ocupa Juan Ramón Jiménez en la historia de la literatura española. Puente natural entre el Romanticismo y las Vanguardias, su nombre es el punto de partida de la modernidad en las letras españolas y su influencia posterior en otros escritores llegará a ser imprescindible hasta nuestros días.
En este enlace se recoge, a modo de resumen, información relativa a la vida y obra del que llegó a ser Premio Nobel de Literatura:
http://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/jrj/default.htm


A la sombra, oculta bajo la poderosa figura del genio, esta mujer "importante" se ocupó durante cuarenta años de respaldar y apuntalar la figura de su marido, quien, en parte gracias a ella, llegaría a ser uno de los grandes pilares que sustentarán la poesía contemporánea. Zenobia, que se había educado en Estados Unidos, era una mujer culta y refinada, activa, emprendedora, viajera, sabía idiomas, escribía cuentos y diarios, asistía a conferencias, leía mucho, estaba comprometida con la causa feminista y participaba en numerosos proyectos solidarios... Además, fue traductora y realizó las primeras ediciones en español e inglés del filósofo hindú Rabindranath Tagore.
Pero su actividad principal, desde que en 1916 se casara con el poeta de Moguer, fue trabajar incansablemente para que el artista pudiera desarrollar su creatividad sin molestias ni interrupciones, incluso en circunstancias muy difíciles, como el exilio y la enfermedad. Además de controlar sus textos, pasarlos a máquina, organizar y supervisar las ediciones de los mismos, negociar los contratos de edición, organizar actividades y contactos con otros poetas e intelectuales de su tiempo, etc, con una dedicación que podría equiparse a la de un agente literario actual, Zenobia se ocupaba de solucionar todos los problemas domésticos del artista (lavar y coser, limpiar la casa, hacer la comida...), además de proporcionarle el sustento económico necesario para que él no trabajara y pudiera escribir todo el tiempo... !Incluso fregando escaleras a cambio de muy poco dinero!
En este sentido, no llevó una vida muy diferente a la de otras muchas mujeres de su generación, que, siendo por sí mismas excepcionales y sobresalientes, se vieron abocadas a desarrollar su potencial a la sombra de un personaje masculino, compaginando sus intereses y proyectos con las actividades que en aquel tiempo se consideraban propias de su sexo. Mujeres en un mundo diseñado a la medida de los hombres, recluidas en el limitado espacio del hogar y la familia.
Gracias a Zenobia, Juan Ramón, que era un ser huraño, poco social, depresivo, maniático e incapaz de hacer frente a las necesidades prácticas de la vida cotidiana, pudo dedicarse por entero a la creación artística. Nuestra historia literaria le debe mucho y es justo recordarla como una de las mujeres "importantes" del siglo XX.


En este enlace, el escritor Manuel Vicent reivindica su figura:
http://www.elpais.com/articulo/portada/Zenobia/Camprubi/heroina/sombra/elpepuculbab/20110101elpbabpor_36/Tes


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sábado, 8 de enero de 2011

Serrat sigue los caminos de Machado

nicolasramospintado.wordpress.com




En su afán por poner su música al servicio de los 
grandes poetas, Serrat  también editó su peculiar 
versión de los "Proverbios y Cantares" de 
Machado.
Todo pasa y todo queda  pero lo nuestro es pasar,  pasar haciendo caminos,  caminos sobre la mar.    Nunca perseguí la gloria,  ni dejar en la memoria  de los hombres mi canción;  yo amo los mundos sutiles,  ingrávidos y gentiles  como pompas de jabón.  Me gusta verlos pintarse de sol y grana,  volar bajo el cielo azul,  temblar súbitamente y quebrarse...  Nunca perseguí la gloria.  Caminante son tus huellas el camino y nada más;  caminante, no hay camino se hace camino al andar.  Al andar se hace camino  y al volver la vista atrás  se ve la senda que nunca   se ha de volver a pisar.  Caminante no hay camino sino estelas en la mar... Letra de Caminante no hay camino - Joan Manuel Serrat - Sitio de letras.com Hace algún tiempo en ese lugar  donde hoy los bosques se visten de espinos  se oyó la voz de un poeta gritar  Caminante no hay camino, se hace camino al andar...  Golpe a golpe, verso a verso...  Murió el poeta lejos del hogar  le cubre el polvo de un país vecino.  Al alejarse, le vieron llorar.  "Caminante, no hay camino, se hace camino al andar..."    Golpe a golpe, verso a verso...  Cuando el jilguero no puede cantar  cuando el poeta es un peregrino,  cuando de nada nos sirve rezar.  Caminante no hay camino, se hace camino al andar.  Golpe a golpe, verso a verso. (3 bises)

Serrat canta a Miguel Hernández

eluniversal.com.mx
En 1972 el cantautor, músico y poeta Joan Manuel Serrat edita un disco dedicado íntegramente a poner música a los poemas de Miguel Hernández. A este disco pertenecen los dos poemas que te ofrezco en esta entrada.
Las "Nanas de la cebolla" es uno de los textos más emblemáticos del poeta. Lo escribió en la cárcel, en el último tramo de su vida y ya muy enfermo. El punto de partida fue una carta que le envió su mujer, donde le comentaba que ella y el hijo de ambos estaban pasando muchas penurias y había días en que sólo podía alimentar al niño con pan y cebolla.
Es, sin duda, la canción de cuna más trágica de la literatura española. Se incluyó en su libro "Cancionero y romancero de ausencias" (1958), que se publicó póstumamente en Buenos Aires, ya que en España el poeta estaba prohibido por la censura.


La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
[Más Letras en http://es.mp3lyrics.org/9J5]
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

Desperté de ser niño
nunca despiertes.
Triste llevo la boca
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Aquí os ofrezco otro de los grandes poemas del autor de Orihuela. Es una hermosa elegía dedicada a un  amigo de toda la vida que acababa de morir.


Elegía a Ramón Sijé
(En Orihuela, su pueblo y el mío,
se nos ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería...)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas,
y órganos mi dolor sin instrumentos,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler, me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano está rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes,
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero mirar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera,
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas
y tu sangre se irá a cada lado,
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas,
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.


En 2010, coincidiendo con el centenario del autor, Serrat edita su segundo disco dedicado a Miguel Hernández, con el título "Hijo de la luz y de la sombra". Si quieres leer sobre la rueda de prensa que concedió Serrat al inicio de su gira en ese miso año aquí tienes el enlace. 

viernes, 31 de diciembre de 2010

"Venceréis pero no convenceréis"



Miguel de Unamuno, el 12 de Octubre de 1936, durante la celebración del Día de la Raza en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, protagonizó un sonado enfrentamiento con el general Millán Astray, héroe de la Legión y prototipo de los ideales que sustentaron la sublevación militar y provocaron la guerra civil española.
Reproduzco aquí las palabras del historiador Paul Preston, extraídas de su libro "Las tres Españas del 36" (1999), donde rememora dicho enfrentamiento.
Este incidente ha sido valorado como una reivindicación del valor de la inteligencia frente a la brutalidad de los poderosos, que emplean la fuerza como único mecanismo de persuasión. Suele utilizarse como ejemplo de la libertad de pensamiento que no se puede doblegar ni manipular.
Después de reflexionar acerca de las palabras y la actitud personal de Unamuno, es más fácil comprender por qué los intelectuales son, generalmente, perseguidos y eliminados sistemáticamente por los regímenes totalitarios, sean de la índole ideológica que sean.
Así que la frase, sacada de su contexto, viene a proclamar una verdad universal con plena vigencia en la actualidad.


"Poco después de empezar a encargarse de popularizar la imagen de Franco, Millán participó en un incidente que, a ojos del mundo extranjero, caracterizaría al régimen franquista. Tuvo un encontronazo con el rector de la Universidad de Salamanca, el filósofo y novelista Miguel de Unamuno, de 72 años. El 12 de octubre de 1936, en el paraninfo de la universidad se celebraba el Día de la Raza, aniversario del "descubrimiento" de América por Colón.
Millán había llegado escoltado por sus legionarios armados con metralletas. Varios oradores soltaron los consabidos tópicos acerca de la "anti-España". Un indignado Unamuno, que había estado tomando apuntes sin intención de hablar, se puso de pie y pronunció un apasionado discurso. "Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. (... ) Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión. Se ha hablado también de catalanes y vascos, llamándolos anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo, catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española, que no sabéis...".

En ese punto, Millán empezó a gritar: "¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar?". Su escolta presentó armas y alguien del público gritó:¡Viva la muerte!". En lo que, según Ridruejo, fue un exhibicionismo fríamente calculado, Millán habló: "¡Cataluña y el País Vasco, el País Vasco y Cataluña, son dos cánceres en el cuerpo de la nación! ¡El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí!". Se excitó sobremanera hasta tal punto que no pudo seguir hablando. Resollando, se cuadró mientras se oían gritos de "¡viva España!". Se produjo un silencio mortal y unas miradas angustiadas se volvieron hacia Unamuno.
"Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de ’¡viva la muerte!’. Esto me suena lo mismo que, ¡muera la vida!’. Y yo, que he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la,muerte. ¡Y otra cosa! El general Millán Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente, hay hoy en día demasiados inválidos. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Míllán Astray pueda dictar las normas de psicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como dije, que carezca de esa superioridad de espíritu suele sentirse aliviado viendo cómo aumenta el número de mutilados alrededor de él. (... ) El general Millán Astray quisiera crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por ello desearía una España mutilada...
Furioso, Millán gritó: "¡Muera la inteligencia!". En un intento de calmar los ánimos, el poeta José María Pemán exclamó: "¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!". Unamuno no se amilanó y concluyó: "¡Éste es el templo de la inteligencia! ¡Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España". Millán se controló lo suficiente como para, señalando a la esposa de Franco, ordenarle: "¡Coja el brazo de la señora!", cosa que Unamuno hizo, evitando así que el incidente acabara en tragedia.
Esa misma tarde, los guardias cívicos de Salamanca dieron una cena en honor de José María Pemán, presidida por el alcalde. Al regresar al Gran Hotel, Millán se presentó en el vestíbulo y, ante un público perplejo, lo abrazó y le ofreció su propia "medalla de sufrimientos por la patria". No ha quedado claro si lo que Millán pretendía era neutralizar los posibles efectos negativos de su ataque a la inteligencia o congraciarse con el escritor. En opinión de Franco, Millán se había comportado como era debido en la confrontación con Unamuno."



domingo, 26 de diciembre de 2010

Precioso discurso de un Nobel

Aquí tenemos el enlace que nos lleva directamente al discurso de aceptación del Nobel que pronunció Vargas Llosa hace unos días en Estocolmo: El magnífico testimonio de un hombre íntegro, cuya vida ha estado condicionada por la Literatura y dedicada a ella. Además de ameno e interesante, aporta no pocos datos y opiniones personales del autor sobre los temas más diversos, incluidas sus polémicas ideas políticas, en un ejercicio extraordinario que define la literatura como una actividad totalizadora, que abarca todos y cada uno de los aspectos de la vida, tanto la pública como la privada, tanto en el ámbito del lector como en el del creador.


http://nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/2010/vargas_llosa-lecture_sp.pdf

martes, 7 de diciembre de 2010

EL "Quijote" ya tiene edición interactiva en línea




Muchos de nosotros tenemos un Quijote en casa. Ahora también lo tenemos en la web, en esta edición interactiva que ha preparado la RAE. Si quieres familiarizarte con sus páginas pincha el enlace. 
A partir de ahora, plantearemos nuevas actividades, que para algo tenemos las aulas TIC. Ya no tendré que ir cargada con los "quijotes" o las fotocopias para leer fragmentos en clase... Y nadie podrá ponerme la excusa de que no tiene el libro en su casa y comprarlo es carísimo...